El doctor Juan Bobenrieth, académico UBB, sostiene que por las características de las nuevas generaciones y uso de tecnología hay que innovar y enfocarse en los conceptos y no en la operación en sí.
Las matemáticas suelen asociarse a una dificultad que sólo algunas personas pueden superar para aprenderlas y a la creencia de que la utilidad de lo que se enseña en la escuela no se aplicará en quienes no opten por dedicarse a una carrera afín en el futuro. Esto las ha rodeado de un velo de temor y desinterés que se manifiesta temprana y recurrentemente en niños y niñas.
Y Juan Bobenrieth, doctor en Matemáticas y profesor asociado del Departamento de Matemática de la Universidad del Bío-Bio (UBB), lo lamenta porque las define como “fundamentales”, ya que, muchas veces sin notarlo, se presentan a diario y por siempre. “En matemática lo primero que se enseña son los números naturales y luego sumar, restar, multiplicar y dividir, que aparecen de manera constante en nuestra vida diaria, de todos y desde niños”, afirma. No en vano se llaman operaciones básicas y son el mejor ejemplo para abordar lo esencial y cotidiano de esta disciplina al aplicarse al hacer compras básicas, pagar cuentas, calcular la cantidad de ingredientes de una receta según la cantidad de comensales, programar las agendas según horas destinadas a cada actividad y un largo etcétera.
Pero, al practicar matemática también “se desarrollan habilidades científicas de relevancia transversal para la vida”, resalta, como la estructura de pensamiento lógico, que se traduce en tener un pensamiento crítico y más estratega que influye en la resolución de problemas y una mejor toma de decisiones. Estas son parte y definen la vida de todas las personas, y manifiesta que “quienes tienen más éxito son quienes tienen una forma de pensar más lógica, porque no toman decisiones sin pensar, sino con razonamiento”.
Innovar para incentivar
Como el miedo y desinterés por las matemáticas comienza a edades tempranas, en opinión del doctor Juan Bobenrieth la tarea para revertirlo inicia en la infancia, reconociendo el rol de educadores y la necesidad de innovar. La forma de enseñar tradicional en que el profesor llega al aula, escribe en la pizarra, dicta materia -operaciones, fórmulas y cálculos- para hacer una prueba de contenido (casi memorizado) “está obsoleta”, advierte.
Niños, niñas y adolescentes de hoy desde sus primeros años de vida utilizan smartphones o tablets que incluyen todo tipo de herramientas e internet, estando acostumbrados a la inmediatez de acceder a la información y resolver dudas, y no sería extraño que sepan usar la calculadora antes de entender la lógica detrás de una operación para hacer los cálculos mental y manualmente, lo que para el profesor interpela a incorporar métodos pedagógicos distintos que sean adecuados para potenciar las mismas competencias y, a la vez, las necesarias para desenvolverse en la sociedad contemporánea. El camino, cree, no es prohibir el empleo de tecnología, menos atendiendo el contexto de educación a distancia en formatos online que ha primado, sino aprovecharla como aliada en un abordaje donde el foco esté en los conceptos y no en la operación en sí. “Hay que enseñar a pensar más que a calcular números, propiamente tal”, sostiene. Lo mismo al evaluar.
Esto se materializa en la metodología de Aprendizaje Basado en Problemas (ABP). En sencillo, consiste en presentar un problema real y concreto cuya solución no es obvia, y la clase se basa en ello. Por ejemplo, la interrogante es hacer una compra óptima con cierta cantidad de dinero para adquirir pan, leche y queso que tienen determinado precio, lo que lleva a identificar qué operaciones se necesitarán para resolver el problema presentado, cuyos planteamientos y soluciones se complejizan en tanto se avance de etapa o curso. “Quizá hacia el final de la clase el problema no se resolvió completamente, pero a estudiantes se les mostró que es necesario saber sumar y restar, por ejemplo”, afirma. Así, el contenido tiene sentido y ello influye en que el aprendizaje sea significativo, es decir, se consolide e integre para la vida, resalta.
No es exclusivo de la escuela, lo mismo se puede hacer en las propias casas, ayudando que niños y niñas resuelven problemas frente a situaciones reales, aconseja. Y el académico afirma que las matemáticas y el ABP, además, se pueden poner en práctica en juegos como ordenar patrones de colores y formas o calcular cuántas piezas se necesitan para construir una figura con legos, y destaca que en actividades como jugar ajedrez se desarrollan habilidades propias del pensamiento lógico y estratega. En efecto, su recomendación es que las familias se involucren e incentiven a niños y niñas en ser parte de estas situaciones y actividades, ofreciéndoles alternativas e idealmente compartirlas con ellos y demostrar que se disfrutan.
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