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¿La educación realmente se democratizará después de la pandemia?

De modo reciente, hemos escuchado hablar mucho de democratización de la educación, pero ¿qué significa y qué repercusiones podría tener en el mediano y largo plazo?

Con la pandemia todos nos hemos enfrentado a diferentes retos y esta crisis ha dejado al descubierto distintas necesidades y problemas que nos han forzado a darles soluciones en el corto y mediano plazo.


En el ámbito educativo, desde luego, no ha sido distinto, pues se ha requerido ampliar y diversificar los medios de entrega de los servicios que ofrecemos, siendo esta una parte fundamental para garantizar que cada uno de los alumnos de los diferentes niveles educativos reciban la misma información y contenidos con la máxima calidad. Esto último es, precisamente, lo que se conoce como democratización de la educación.

Este propósito no se ha logrado encarar con éxito en la mayoría de las instituciones, pues no se contaba con una preparación para afrontar un cambio tan abrupto y en un plazo tan inmediato. Lo anterior se debe a que un desafío de este nivel de complejidad no se resuelve simplemente con la apertura de plataformas tecnológicas para la comunidad estudiantil y docente de una institución, como pueden ser los Sistemas de Gestión de Aprendizaje (LMS por sus siglas en inglés) o bibliotecas digitales, o bien, suites como Google o Microsoft, conocidas como facilities o herramientas de apoyo, que bien implementadas y operadas ayudan a tener un mejor resultado al final del ciclo, sin embargo, llegan a ser limitantes en tanto que existen muchos estudiantes que, por su condición socio económica o ubicación geográfica, no poseen acceso a una conexión wifi o a un dispositivo electrónico para cursar sus clases de manera remota. Por ello es trascendente preguntarnos qué estamos haciendo en el sector educativo para apoyar a los educandos a tomar sus lecciones con una solución permanente y que no sea una medida temporal durante esta situación sanitaria que atravesamos.



Las instituciones académicas deben generar diferentes áreas y estrategias que garanticen la democratización educativa y, sobre todo, el desarrollo de competencias básicas y profesionales en los diferentes niveles, con la finalidad de formar a los egresados que requiere el sector productivo.

Estas van, desde el desarrollo de contenidos adecuados por perfil académico y modalidad de estudio, hasta la capacitación docente para “explotar” dichos temas. Además, es necesario ampliar los medios de entrega de los contenidos de los planes de estudio, con soluciones que van desde el envío 100% online a través de los dispositivos móviles, blended o mixtos y offline, así como en soportes impresos, CD o dispositivos USB, a la usanza antigua de la educación a distancia.


Pero ¿qué hacer para ir más allá de atender la situación actual y lograr que un mayor número de colegiales cumplan, cada vez más, su sueño de obtener una formación profesional de calidad? La respuesta está en aprovechar los avances tecnológicos y pedagógicos, las estrategias de realidad aumentada, los robots de apoyo, flipped classroom, entre otros.

Es indudable que nos encontramos en un punto de quiebre en todos los ámbitos, y hay que entender que las instituciones educativas y docentes tienen el gran desafío, no solo de educar a través de una pantalla, sino también conseguir el bienestar emocional de los discípulos. Lograr transmitir, conectar y fomentar habilidades.


Por ello, aquellas instituciones que no se prepararon y no están dispuestas a innovar, se quedarán en el camino; pero las que decidan enfrentar el reto, deberán atender de manera integral a su comunidad de alumnos, los cuales requieren de un apoyo que va más allá de lo ordinario y hacerles llegar la formación hasta los lugares más remotos, con inmediatez y calidad.



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