Si en algo considero que estamos de acuerdo una gran parte de la humanidad es que el año 2020 supuso un antes y un después en prácticamente todos los ámbitos de la vida, y la vida laboral no ha escapado de estos cambios.
Mientras una gran parte de la economía en todo el país se preparaba para tener que cerrar temporalmente su actividad, otras muchas aceleraban su transformación digital y convertían las casas de sus empleados en delegaciones de la empresa. Pasamos del 7,5% de empleados teletrabajando a principios de 2020 a picos del 60 o 70% a finales de año.
Esta nueva situación a la que nos enfrentamos en aquel momento puso en valor el esfuerzo del proveedor de tecnología de cada una de estas empresas, nos encontramos con dispositivos domésticos que tenían que destinarse a trabajar con información confidencial, sistemas operativos obsoletos, conexiones remotas sin protección, incluso equipos sin ningún tipo de seguridad. Las empresas tuvieron que provisionarse de todo tipo de tecnología, acelerando su transformación digital planificada para meses o años, y realizándola en días. El esfuerzo realizado por muchas de ellas para poder cumplir con los planes de contingencia y continuidad de negocio se vio recompensado con unos resultados realmente positivos.
Pero como se ha venido diciendo desde el principio: el teletrabajo ha llegado para quedarse y los proveedores de tecnología tenemos la obligación de seguir alerta para cubrir las nuevas necesidades que puedan ir surgiendo a nuestros clientes. Es nuestra obligación proporcionar una formación continua a todo el canal de distribución y especialmente en el caso de la ciberseguridad esta formación es prácticamente al minuto. La aparición de nuevas amenazas y la forma de defendernos ante las mismas con soluciones y servicios es nuestro día a día, solo con una formación constante seremos capaces de cubrir estas necesidades con garantías.
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